Por Ester Rodríguez
Criminóloga. Alumna de la segunda promoción del Master en Pericia Caligráfica y Documentoscopia, UDIMA- Behavior & Law.
El caso “La Roncière” fue uno de los sucesos que más interés causó en la población francesa del siglo XIX. El juicio y encarcelamiento de un teniente del ejército francés, Émile de La Ronciére, acusado de atacar e intentar abusar de la adolescente Marie de Morell. Ambos primogénitos de dos reputados militares con rango de generales.
El caso provocó conmoción, no sólo por lo escandaloso de los personajes, sino también por los extraños sucesos y débiles pruebas, aunque suficientes, para culpar al encausado. En este punto ha de destacarse la intervención de los peritos calígrafos de la época que, si bien, y a pesar de su excelente trabajo, no lograron exculpar al teniente, pusieron de manifiesto la importancia del estudio de la escritura y el conocimiento que aporta sus resultados.
LOS PERSONAJES
Émile de La Roncière era un joven teniente de caballería, de treintaiún años, atractivo y licencioso, asiduo a las mujeres, la diversión, el juego y las peleas. Provenía de una familia respetada y acomodada. Su padre, un general con honores, empujó a Émile a iniciar la carrera militar con la esperanza de apartarle de sus hábitos disolutos, que no abandonó. No obstante, sembró éxitos profesionales a pesar de mostrar en su expediente varias faltas por indisciplina.
Marie de Morell era una adolescente de dieciséis años, hija de los Barones de Morell, una de las familias más influyentes de la época. El padre era un general distinguido, cuya mujer se caracterizaba por su belleza y asiduidad a los eventos sociales. La niña era nerviosa y algo acomplejada por el irresistible encanto de su madre.
LOS HECHOS
La familia Morell comenzó a recibir unas cartas anónimas, firmadas con las iniciales E.L.R. Los contenidos eran inquietantes, mezclaban amenazas, insultos y declaraciones amorosas, y se destinaban tanto a los padres como a la hija. Llegaron a apodarse con el nombre de cartas satánicas.
Entretanto, una noche de septiembre de 1834, según relata la propia Marie, ésta se encontraba durmiendo en su habitación cuando el teniente La Roncière irrumpió por la ventana e intentó abusar de ella. Le despojó de su camisón y le ató brazos y piernas con una cuerda, mientras le propinaba diversos golpes, provocándole varias heridas, una de ellas en el muslo. Ante la resistencia de la niña, huyó sin alcanzar su objetivo, no sin antes dejar otra carta sobre el lecho.
Poco después, Estouilly, otro teniente del ejército, pretendiente de Marie, recibió una carta similar a los anónimos, con firma incompleta, de la que se deducía el nombre La Roncière, por lo que se batieron en duelo, venciendo este último. Sin embargo, el joven pretendiente, junto con otros compañeros, instiga a Émile para que firme una confesión atribuyéndose la autoría de las cartas anónimas, bajo la amenaza de airear todo lo sucedido con el consiguiente menoscabo para su ya debilitada reputación. La Roncière comete el error de ceder y sin siquiera conocer el contenido de las cartas, se inculpa por escrito, eso sí, únicamente de los escritos, no de la agresión a Marie.
No obstante, ante la incapacidad de la familia Morell de acallar los rumores sobre todo lo ocurrido, el barón decidió denunciar los hechos y acusar al teniente Émile La Roncière de los mismos.
EL JUICIO Y LAS PRUEBAS
Aunque los hechos ocurren en Saumur (Loira), el juicio se celebra en Paris, ante la expectación de los ciudadanos franceses. El célebre ilustrador Daumier dibuja bocetos de todos los personajes y se emplean los principales abogados de la época. Émile de La Roncière no lo tenía fácil. Ante el público se enfrentaban un adulto de costumbres disipadas y una adolescente que representaba la inocencia ultrajada.
Pero en realidad la única prueba para condenar al teniente era la declaración de Marie, a quien poner en duda suponía menoscabar su honor y el de su venerable familia. Su declaración se llevó a cabo sin posibilidad de ser cuestionada por la defensa de La Roncière, debido al frágil estado nervioso que ella mismo alegó ante la situación vivida. Ciertamente el sistema judicial se mostró particularmente injusto con el acusado al tratar de proteger la delicadeza femenina.
Sin embargo, una larga lista de evidencias ponía en duda la culpabilidad del teniente. En primer lugar, la ventana de acceso al cuarto de Marie había sido rota desde el interior, puesto que los cristales se encontraban en la zona exterior de la casa. Además su altura hacía necesario el uso de una escalera de tal magnitud que una única persona no era capaz de subir por ella sin ayuda de otras que la sujetasen. Por otra parte, ninguno de los guardianes de la residencia observó ni escuchó nada extraño aquella noche, ni oyeron el ruido de la ventana rota, ni vieron entrar ni salir de la residencia al visitante nocturno.
Curiosamente, ni la institutriz ni la madre tomaron la iniciativa de constatar en el cuerpo de Marie las huellas del violento forcejeo descrito por la niña. También resultaba extraño que el examen médico le fuera realizado tres meses después del supuesto asalto, por un doctor que confirmó su virginidad y la presencia de pequeños rasguños y heridas sin importancia.
En cuanto a las cartas anónimas atribuidas a Émile, los peritos calígrafos informaron que la escritura de las cartas no se correspondía con la del teniente. No existían similitudes en las grafías y, además, los anónimos presentaban un nivel de ortografía y gramática claramente superior al del acusado. Por otra parte, tampoco tenía ningún sentido enviar anónimos con las iniciales o versiones abreviadas del propio nombre.
Dando un paso más, los expertos atribuyeron la autoría de las cartas a Marie de Morell, con quien coincidían tanto los rasgos caligráficos como los lingüísticos. Incluso el tipo de papel utilizado, una marca poco común, era el mismo que Marie empleaba y guardaba en su escritorio. Confirmando lo anterior, los anónimos se siguieron recibiendo incluso después del encarcelamiento de La Ronciére, por lo que resultaba imposible que él mismo los escribiese.
Terminado el proceso, en julio de 1835, Émile de La Roncière fue declarado culpable y condenado a diez años de prisión por los cargos de violación en grado de tentativa y lesiones. En la sentencia no influyeron desde luego las pruebas, ninguna fehaciente contra La Roncière. Se basó tan solo en el simple testimonio de una niña de dieciséis años, a pesar de las declaraciones de los expertos y del propio sentido común, revelando el peso de las convenciones y del mito sobre la inocencia virginal de las jóvenes de buena familia.
LOS MOTIVOS
No se conocen exactamente los motivos que llevaron a Marie a tramar este rocambolesco escándalo. Se han planteado varias hipótesis sobre lo ocurrido.
Una de ellas afirma que Marie sufrió el rechazo de La Roncière, quien podría haber mantenido una relación con la baronesa, madre de Marie, por lo que los celos, sumados a su complejo de belleza, le impulsaron a la mentira despechada. Con la probable connivencia de su institutriz, una joven inglesa, tan sólo ocho años mayor que ella, confeccionó la maquiavélica trama. La mayoría de los autores que han escrito sobre el tema apoyan esta hipótesis. Otros más indulgentes, apuntan la posibilidad de que la niña padeciese un trastorno mental, con crisis nerviosas y delirios que le llevaran a creer lo que afirmaba.
Por otro lado, algunas voces sugieren que esa noche sí se produjo un ataque a Marie en su habitación, pero no como ella lo relataba, sino que La Roncière, bebido y ayudado por Miss Allen, la institutriz, con quien podría haber compartido ciertos galanteos, llegó hasta Marie con la única intención de conseguir un mechón de vello “íntimo” (de ahí la herida en el muslo), un trofeo que debía obtener para ganar una apuesta con sus colegas. Por tanto, la invención de Marie sería fruto de la venganza al sentirse utilizada.
EL DESENLACE
La sentencia creó un gran revuelo, especialmente entre los juristas y entendidos, que advirtieron con estupor la dura sanción ante la inconsistencia de pruebas, pero nada pudo impedir entonces el encarcelamiento de La Ronciére, que cumplió su condena.
No obstante, su padre, ayudado de varios profesionales, continuó recopilando datos para la defensa de su hijo, hasta lograr la reconsideración del caso y la absolución de Émile en 1843, quedando libre de cargos en 1848.
De hecho es uno de los primeros casos en que se utilizó como defensa las evidencias médicas sobre la histeria femenina. En concreto el Dr. Matthaei en su obra Observations medico-psychologiques, describía a partir de las fechas de los anónimos, la coincidencia de la conducta histriónica de Marie de Morell con sus ciclos menstruales, por cierto, otra creencia falsa y estereotipada para etiquetar a la mujer, como la de la pureza virginal, pero al menos alertaba de que la mujer puede ser destructiva, pese a su juventud y condición social.
Finalmente, el Teniente La Roncière recuperó su honor y volvió al ejército, donde alcanzó el cargo de Gobernador Militar de Tahití. Por su parte, Marie contrajo matrimonio, que le procuró el título de marquesa de Eyragues. Bajo la protección familiar, logró conservar su reputación y librarse de los reproches sociales.
UDIMA – Fundación Universitaria Behavior & Law
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FUENTES
http://ratspenats.blogspot.com.es/2009/09/el-caso-la-ronciere
http://leyeseinvestigacionforense-deyanira.blogspot.com.es/2011_03_06_archive.html
http://saumur-jadis.pagesperso-orange.fr/recit/ch38/r38d1ron.htm
http://bizarrevictoria.livejournal.com/58006.html
http://qutenberg.net.au/ebooks14/1400041h.html
http://goo.gl/sIBGjU
http://www.todocoleccion.net/libros-antiguos-ensayo/
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